Con la irrupción de la COVID-19 nos hemos visto forzados a trabajar desde casa o en entornos alejados de la oficina habitual. Esto ha sido causa de discordia y conflicto interior y exterior para muchos. Ahora que parece que ya ha pasado lo peor es cuando podemos pararnos a reflexionar sobre algunos efectos del teletrabajo improvisado y que podríamos hacer para paliarlos si surgiese de nuevo la necesidad de confinarse.
Algunos efectos del teletrabajo improvisado:
Entornos físicos inadecuados para el trabajo. Por ejemplo, sillas incómodas, escasez de luz, ruidos que distraen…
Horarios sin fin. La mayoría de las personas que están teletrabajando tienen problemas para poner un límite a las horas que dedica a lo laboral. ¡Habitualmente el espacio nos ayuda a poner límites! Cuando cambiamos de lugar, en cierto modo cambiamos también de foco y de chip aunque las tecnologías nos prolonguen el horario más de lo deseable.
Exceso de videoconferencias. Hemos sustituido las reuniones por videoconferencias sin que éstas alcancen, en muchas ocasiones, una efectividad suficiente. Terminamos agotados.
Vida sedentaria. Es difícil hacer ejercicio en entornos cerrados; algunos lo logran, pero muchos tienen los centímetros contados y es difícil cortar las horas de silla que se pasan entre trabajo, comunicación familiar y televisión.
Horarios cambiados. Muchos terminan trabajando también por la noche o intentando descansar a base de series de televisión nocturnas, con el consiguiente cansancio matinal y contrariando los ritmos circadianos.
Sobrecarga de información e hiperconexión. Visto que los medios digitales son la única posibilidad que queda para conectar con las personas queridas pero lejanas, se tiende a pasar el día bandeando entre el trabajo/estudio y las redes sociales o chats de grupo. Esto nos satisface, pero también nos distrae, y al final se torna un elemento en contra de la concentración y el equilibrio. Hay que dosificar.
Dificultad para conciliar. Sobre todo si se tienen hijos pequeños o personas mayores que reclaman tiempo y atención. Cuando los adultos que normalmente no estaban en casa, resulta que sí están, reciben constantes demandas de atención por parte de los habitantes de la casa. Es necesario encerrarse, y no es difícil que surja la culpa y el desasosiego.
Desequilibrio entre cargas laborales. En esta situación hay personas que están trabajando más que nunca, y otras que se han quedado, literalmente, mano sobre mano porque su sector facilita poco el teletrabajo. Ese desequilibrio, cuando se da entre personas que habitan la misma casa, puede generar situaciones enervantes y difíciles de armonizar.
¿Qué hacer?
Evidentemente no hay recetas universales. Todo depende de circunstancias, edades, posibilidades…
Pero ojalá todo el mundo pudiera conservar, al menos, estas coordenadas:
Ordenar el tiempo, y desde el tiempo ordenar las actividades. Esto supone distribuir la dedicación del modo más rítmico posible.
Generar espacios adecuados. En lo posible apartados del vaivén de la casa, y ojalá con luz natural. Limpiarlos también cotidianamente para no terminar en un caos de papeles, tazas, desorden.
Poner límite al trabajo, de manera que puedan atenderse a otros ámbitos de la vida personal: ocio, creatividad, cocina, diálogo, juego, entretenimiento, música…
Cultivar la interioridad. Es imprescindible mantener esa “ancla” en el propio eje personal para poder afrontar tantas incertidumbres. Sea mindfulness, meditación, oración o simplemente silencio para poder recolocar las piezas del propio puzzle interior.
Hacer ejercicio. El cuerpo es la sede donde todo ocurre. Necesitamos cuidarlo y hacerlo moverse al menos una vez al día.
Reír. Es imprescindible para mantener la salud mental, y ojalá la risa sea compartida. Descarga energía y nos vincula con las personas cercanas.
Con el teletrabajo improvisado se pierde también en gran medida la habilidad para pensar juntos con aquellos que trabajamos. Si ya las reuniones presenciales estaban sesgadas de muchas maneras (‘seguidismo’, acaparación del tiempo de unos pocos, entorno físico limitado…) las telemáticas lo están aún más. Por esta razón es fundamental integrar herramientas como las plantillas de delibera, que permiten superar los obstáculos para la deliberación y colaboración planteados por las reuniones tradicionales y alcanzar consensos reales e inteligentes sobre el camino adecuado a seguir, todo por supuesto de manera 100% telemática, efectiva y asíncrona.
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