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Teletrabajo: Reorganizando nuestro universo personal

Actualizado: 2 jul 2020

El estado de alarma, con el confinamiento obligado para la mayoría de la población, empujó a cientos de miles de personas a trabajar desde su casa. De manera improvisada, sin planes, sin objetivos claros ni criterios de priorización de tareas. Todo en el mismo entorno hogareño. Lo hemos sobrellevado y aquí seguimos. Pero el teletrabajo ha llegado para quedarse. Y los efectos físicos, emocionales y psicosociales que produce, merecen ser estudiados para reorganizar nuestro mundo interior y exterior.


Relaciones, tiempos y espacios trastocados.


En el modelo anterior, nuestra vida transcurría más o menos rítmicamente distribuida en unos tiempos y espacios adecuados para cada tipo de actividad y en los círculos concéntricos de relación con personas que tratamos: la intimidad individual (cuando estamos solos), la intimidad compartida (pareja, familia inmediata), el entorno comunitario, educativo, laboral o profesional (familia extendida, espacio laboral o escolar y grupos sociales cercanos), y el entorno ciudadano, en el que participamos cuando habitamos los espacios públicos, usualmente con desconocidos.


Hasta ahora es el entorno físico el que nos ha marcado el comportamiento en cada uno de esos ámbitos. El espacio (casa, calle, oficina/lugar de trabajo) nos indicaba las rutas-rutinas a realizar, y el cuerpo y la mente se activaban naturalmente para una determinada tarea. Nuestro cuerpo “sabía qué hacer” en cada ocasión: en nuestra casa o la de los amigos, en el espacio laboral, o en bares, restaurantes o parques.

Ámbitos antroplógicos de relación

El obligado trabajo en casa trastocó los espacios, y por ello también desequilibró nuestro sentido del tiempo. Sobrecargó la intimidad familiar con un peso excesivo al superponerse nuestro tiempo/ámbito familiar con el educativo y profesional, todo dentro del mismo espacio.

Ámbitos antropológicos de relación trastocados por el confinamiento

Esa sobrecarga se agravó a veces por la ausencia de momentos y espacios para estar solos; todo ser humano necesita, al menos de vez en cuando, estar consigo mismo; requiere pensar un poco en solitario, organizar la mente, serenarse. Fue difícil hacerlo.


Otros agravantes fueron el exceso de información preocupante sobre el COVID19 (número de muertos, situaciones difíciles, etc.). La incertidumbre laboral y económica produjo un exceso de reuniones digitales que acapararon las horas de los teletrabajadores, que intentaban mentalmente cambiar de “escenario” y problemática sin moverse de la silla. Agotador.

Menos reuniones y más delibera


Aquí es donde delibera nos aporta un alivio estratégico, sustituyendo muchas de las reuniones sincrónicas (todos a la vez en videoconferencia) por el pensar juntos de manera asincrónica con plantillas para realizar operaciones inteligentes, cada participante cuando le es posible. Sin agobios.


En vez de dedicar horas infinitas a ponernos de acuerdo todos al mismo tiempo, podemos desplazar ese trabajo pesado a las plantillas de delibera, y cuando nos reunamos será más brevemente y con más eficiencia para compartir y afinar los resultados.


Si bien nadie puede asegurar cómo será el inmediato futuro, sí sabemos que en gran medida será híbrido (presencial/digital). Aprendamos de la experiencia a sacar lo mejor de ambos modos de relación. Delibera te ayuda.

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